Regresar a todos los valores

Cualidad de generoso. Dadivoso, franco, liberal.

- Fuente: Diccionario de la Real Academia Española
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Es un valor que se caracteriza por ayudar a los demás, de manera sincera y desinteresada. Va de la mano con el valor de la solidaridad.

Creciendo en la generosidad

¿De qué forma vives la generosidad? ¿Qué relacionas con ella? Sin duda, en tu vida has compartido con los demás algo de lo que tienes; o tal vez alguien te ha dado parte de lo que es suyo. Ésa es la forma elemental de vivir el valor: renunciar al egoísmo y compartir un objeto. Sin embargo, hay formas más variadas e interesantes de vivirlo. La idea general es aprender a dar lo mejor que tenemos, sea o no un artículo. Puede tratarse de un consejo, de horas de compañía o de ideas para que alguien resuelva un problema difícil. Se trata de dar con convencimiento y cariño sin esperar nada a cambio. A veces estamos en el “otro lado” del valor y ser generoso es también aprender a recibir con agradecimiento y amor. Si creces dando y recibiendo, enriqueces tu vida y la de los demás; construyen, entre todos, un mundo en el que a nadie le faltará nada.

Conoce la generosidad en la vida actual

-¿Serías tan generoso como para prestar 37 mil dólares a un desconocido? Ella sí (La generosidad de la China Zorrilla)

-¿Qué es la generosidad? -Ryan Hreljac y la Generosidad

La generosidad de los niños y las niñas

La generosidad puede expresarse de muchas maneras. Hay quienes donan dinero para ayudar a los más necesitados. Otros regalan ropa, medicamentos o comida en situaciones de desastre. Algunos deciden heredar algunos de sus bienes (casas, autos o propiedades) a asociaciones dedicadas a causas como la lucha contra el cáncer, la protección de los animales o la conservación de la naturaleza. Sin embargo, la generosidad no se manifiesta sólo a través del dinero o los objetos. También podemos ser generosos con nuestro tiempo, como cuando aceptamos hacerle compañía a una persona anciana o a un enfermo, cuando somos serviciales o cuando compartimos gratuitamente nuestros conocimientos o habilidades con los demás.

Un buen ejemplo de lo anterior es el de los alfabetizadores: hombres y mujeres de todas las edades que, si bien no son profesores, dedican su tiempo y conocimientos a enseñar a leer y a escribir a personas que no pudieron ir a la escuela. Además, existen muchísimos maestros que no se conforman con transmitir lo que saben a sus alumnos, sino que se esfuerzan por sembrar en ellos el amor al conocimiento y el deseo de saber más.

A lo largo de nuestra vida todos nos hemos encontrado con profesores o profesoras con estas características. Uno de estos maestros se llamaba Julio César de Mello y Souza. Nació en Río de Janeiro, Brasil, en 1895 y falleció en la ciudad de Recife, en 1974. Hoy en día la gente no lo recuerda por su verdadero nombre, sino por otro que él se inventó: Malba Tahan. A este educador le sorprendía la enorme cantidad de niños y de jóvenes a quienes no les gustaban las matemáticas. Un día decidió que consagraría su vida no sólo a enseñar esta disciplina, sino a lograr que todos a su alrededor amaran las matemáticas tanto como él las apreciaba. Sus clases eran muy divertidas y estaban aderezadas con anécdotas, cuentos y leyendas. Uno de sus discípulos dijo de él: “Es el único profesor de matemáticas que ha llegado a ser tan famoso como un jugador de futbol”. Malba Tahan escribió más de cien libros que han sido traducidos a casi todos los idiomas. Los más conocidos son: El hombre que calculaba, Matemática divertida y curiosa y Nuevas leyendas orientales. El suyo es un gran ejemplo de generosidad intelectual.

¿Y tú qué piensas…?

• ¿Consideras que posees alguna habilidad o conocimiento que puedas compartir con los otros? • ¿Has tenido o tienes algún profesor o profesora tan especial como Malba Tahan? • Si alguien te invitara a dedicar algunas horas a la semana a enseñar a leer y escribir a otras personas, ¿aceptarías? • ¿Alguna vez has participado en alguna colecta o has hecho alguna donación para una buena causa?

La generosidad es mi valor

Una persona generosa experimenta gusto y placer en compartir con los demás todo lo que tiene sin afectar la satisfacción de sus propias necesidades. Este valor puede expresarse de forma material, mediante bienes u objetos. Pero existen muchas más formas de vivirlo: ayudar con una tarea o un consejo, compartir las propias habilidades, atributos y conocimientos. Sólo quien se siente rico por dentro y considera que se encuentra en la abundancia es capaz de dar con alegría. En general se trata de dar sin afectar el propio bienestar, pero han existido casos de personas que arriesgan su propia vida para ayudar o prestar un servicio a los demás.

La labor de los voluntarios

Una de las mayores expresiones de generosidad en el desarrollo de los Juegos Olímpicos es el papel que desarrollan los voluntarios, las personas de la ciudad donde se llevan a cabo que, sin recibir pago, realizan diversas tareas para contribuir a su exitosa celebración. Sus características fundamentales son tres: compromiso voluntario, es decir que ellos decidan tomar parte; altruismo, o sea, que no lo hagan motivados por intereses económicos; voluntad de contribuir a la sociedad, en otras palabras, la convicción de hacer un beneficio a su comunidad.

La historia del voluntariado olímpico se divide en cuatro etapas. De Atenas, 1896 a Berlín, 1936, los esfuerzos vinieron de grupos como el ejército, los boy scouts y de cientos de voluntarios anónimos de las federaciones deportivas. En las ediciones que fueron de Londres, 1948 a Montreal, 1976, los Juegos recibieron el apoyo de organizaciones similares, así como de las redes de trabajo social y voluntariado para otras causas que ya existían en las sedes. Sin embargo, creció el número de individuos comunes que, como ocurrió en México, 1968, consideraban un gran honor ser parte del movimiento y auxiliar a los visitantes internacionales en estadios, hoteles, auditorios y sedes del programa cultural. Aún hoy guardan con orgullo los uniformes que vistieron en esos días inolvidables.

En el reporte oficial elaborado para los Juegos de Barcelona, en 1992, se definió el concepto de voluntario: “una persona que establece un compromiso individual y altruista para colaborar con sus mejores aptitudes en la organización de los Juegos, desarrollando las tareas que se le asignen sin recibir pagos o recompensas de algún tipo”. El programa de voluntariado comenzó en los Juegos de Lake Placid, 1980, con la participación de seis mil personas. En las ediciones siguientes (Los Ángeles, 1984; Sarajevo, 1984; Calgary, 1988 y Seúl 1988) los voluntarios desempeñaron un papel central e hicieron que los Juegos fueran sustentables, ya que sería muy difícil pagar al personal contratado para esos servicios. Desde entonces y hasta el presente los voluntarios desempeñan un papel fundamental en los planes del Comité Olímpico Internacional que les asigna tareas tan diversas como servir de intérpretes y traductores o ser anfitriones de los grandes personajes que acuden a los eventos.

Mencionemos asimismo a aquellas personas que han donado recursos económicos para mantener vivo el proyecto de Pierre de Coubertin. En Londres 2012 había 70,000 voluntarios, llamados game makers o “hacedores de los juegos”. Fueron seleccionados entre 200,000 solicitantes deseosos de aprovechar lo que consideraron “una oportunidad única de participación y ayuda”.

Viviendo el valor

Si te fijas, muchas personas tienen más cosas de las que necesitan para estar bien. A pesar de lo que parece no son tantos los objetos realmente indispensables. Con seguridad en tu mesa hay una naranja, o una pieza de pan extra, que podría alegrar a muchos niños. Hay quien tiene la costumbre de acumular más y más objetos sin compartirlos con los demás. Esa es una persona mezquina. Tal actitud está acompañada siempre de egoísmo, o falta de disposición para ayudar a los otros en aspectos importantes de su vida. Quienes no saben compartir llevan una existencia solitaria y aislada y se pierden uno de los mayores placeres: observar cómo disfrutan los demás el esfuerzo que se hizo por amor a ellos. No hay mayor alegría que la de una madre cuando ve que la familia saborea el platillo que ella preparó con cuidado y dedicación.

Por lo tanto, el valor de la generosidad consiste en dar a los demás más allá de lo que nos corresponde por justicia u obligación. Implica la capacidad de salir de nosotros mismos y, por un acto de amor, enfocar las necesidades de los otros. Se expresa en diferentes dimensiones de la acción humana: en la dimensión material significa compartir nuestras pertenencias; en la dimensión espiritual consiste en poner nuestras capacidades y atributos al servicio de quienes nos rodean mediante una acción objetiva de ayuda.

Dar y recibir

El reparto de los bienes en el mundo no es uniforme. Unos tienen más y otros menos. Cada persona, además, cuenta con características diferentes y particulares. La generosidad nos permite buscar el equilibrio entre las pertenencias y las características para construir grupos humanos basados en un sentimiento de cariño. Si nosotros no tenemos la fuerza suficiente para cargar un mueble, una persona generosa puede ayudarnos a hacerlo. Si dos niños que pasan por la calle no tienen ropa ni comida, nosotros podemos buscar algo en casa y, simplemente, dárselos. Si un amigo o miembro de nuestra familia se encuentra triste o enfermo podemos ofrecerle nuestro consuelo. Si no entendemos una clase, nuestro compañero de banca puede explicarnos… La lista no se acaba nunca. Ser generoso no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos, y también saber recibir lo mejor que tienen las otras personas.